Con un grupo de personas jóvenes, y que jamás se habían dejado caer
haciendo “puenting”, nos planteamos analizar el comportamiento de su corazón en
dos situaciones: con y sin esfuerzo físico.
Puesto en marcha el sistema de registro cardiaco, y convenientemente
asegurados, se les indicaba que pasaran al otro lado de la barandilla de un
alto puente del ferrocarril en un trazado fuera de uso.
Agarrados a ella, se les pedía que se fijaran en la caída que,
voluntariamente, iban a experimentar, se les explicaba lo que debían hacer y,
tras cierta dosis de ánimos, se dejaban caer.
Una vez finalizados los movimientos pendulares y los consiguientes gritos,
se les retiraba el arnés y se les pedía que, a la máxima velocidad posible,
ascendieran hasta el punto inicial del salto por un talud de fuerte pendiente.
Durante todo ese tiempo, quedaba registrada su frecuencia cardiaca.
Cuando examinamos los registros se apreció que había en ellos dos picos: el
primero era debido al miedo del salto, y el segundo, al esfuerzo intenso de
subir hasta el puente.
El promedio de los saltos grabados nos mostró que las respuestas cardiacas
al estrés del salto y al esfuerzo físico de subir corriendo eran prácticamente
idénticas en intensidad.
Como ejemplo, adjunto la gráfica de una de las personas que realizaron el
experimento, en la que se aprecia una mínima diferencia de 3 pulsaciones por
minuto entre ambas situaciones.
Por lo tanto, cuando pensemos en el corazón y la montaña, no olvidemos que
además del ejercicio es preciso tener en cuenta la percepción del riesgo.